ANTONIO MASTRONARDI FLOR DE VECINO DE LOMA VERDE Fuente Revista de la Cooperativa Electrica
Flor de vecino
Antonio Mastronardi fue uno de los primeros floricultores de la zona. Desde hace cuatro décadas integra la comisión directiva de la Fiesta de la Flor y, además, es el presidente de APANNE. “Me encanta Loma Verde, lo llevo adentro”, afirma.A simple vista se presenta como un hombre fuerte, correcto y muy serio, haciendo honor a su apellido italiano. Pero ya entrado en confianza, se lo ve más amigable y desprendido, hasta con las palabras. Seguramente, por la conjunción de estas y muchas otras cualidades Antonio Mastronardi (60) se convirtió en una personalidad respetada de la comunidad y en un fiel componente de importantes entidades locales.
Nació el 25 de octubre de 1955, poco después de la Revolución Libertadora, en el rancho de un campo donde hoy se encuentra el Haras Santa María. “Ese día mi mamá había cortado cien paquetes de calas. Palpé la floricultura desde la panza”, afirma. A los 17 años decidió dejar el estudio para incorporarse formalmente al cultivo de su padre, cuyo legado continúa hasta la actualidad en el terreno de Colectora Oeste ubicado a la altura del kilómetro 54 de la autopista.
Lejos de sentirse amilanado y diezmado en sus fuerzas por el sacrificado trabajo de campo, “Toni”, como lo conocen todos, tiempo después también se involucró en la Fiesta Nacional de la Flor, cuya comisión directiva integra desde hace 40 años.
Pero la cómoda vida material que llevaba “el único argentino de los primeros Mastronardi” se vio sorpresivamente alterada con el nacimiento de un hijo discapacitado. Esta situación lo obligó a ingresar a un mundo hasta entonces desconocido. Fue así como, junto a otras familias, impulsó una cruzada que concluyó en la fundación de la Asociación de Padres y Amigos del Niño Neurológico de Escobar (APANNE), en 1989, entidad de la cual es presidente.
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¿Cuál es la situación general de APANNE hoy?
APANNE no debe un peso. Tampoco tiramos manteca al techo, pero todo lo que tenemos es nuestro y no le debemos nada a nadie. El problema más grande son las obras sociales cuando se atrasan en pagar. Y el Estado, porque desgraciadamente no se involucra y nosotros estamos haciendo su trabajo. Para los chicos normales hay muchas opciones, pero para los discapacitados, ¿cuántos lugares tenés para elegir? Si mañana nos vamos nosotros tiene que haber alguien que siga con esto, porque si no…
¿Cómo van con la construcción de la Granja Terapéutica en Loma Verde?
Ya tenemos el techo puesto. Ahora tenemos que hacer las paredes, estamos con los baños y ya pagamos para hacer el contrapiso. Venimos lento, pero bien. También tenemos caballos, ovejas, chivos, gansos, patos, conejos y unos pescaditos de colores. Estamos trabajando, vamos casi todos los sábados.
¿Necesitan algún tipo de ayuda o donativo?
Precisamos algunas puertas-placas para el campo, aberturas, alguna bolsa de cemento y un camión de arena. No queremos pedir de más para amontonar y llevarlo a un mal lugar, porque queremos que se vea adónde va. Eso es lo más urgente y con eso por ahora tiramos.
Yendo unas décadas atrás, ¿qué recuerdos tiene de los primeros años en Loma Verde?
Cuando yo tenía seis años, de acá a Escobar había seis casas. Lo que hoy es el Haras era puro campo, esa calle era intransitable y se salía con carros y tractores. En 1971 se hizo la Panamericana y los que éramos frentistas tuvimos que vender una parte para que pudieran hacer las colectoras. Estaba lleno de floricultores y desde la parada del Chevallier -donde hoy está el cartel del Haras- salían cuatro camiones mudanceros diarios para Capital llenos de calas. Los inmigrantes hicieron un trabajo muy importante para poder sobrevivir y darle un buen porvenir a sus hijos y nietos.
¿Le gusta el crecimiento que está teniendo la zona?
Me parece que en los últimos años está creciendo muy rápido, demasiado. Se está llenando de gente de otros lados. Loma Verde es algo especial y se empezó a descubrir no hace mucho. Pero siempre fue muy tranquilo y ahora a veces uno escucha sobre algún robo. Todavía queda alguna calle para ir a caminar los domingos, pero ya no es lo mismo, hay mucho más tránsito.
Sin embargo, le sigue gustando…
Sí, me encanta Loma Verde, lo llevo adentro. A mí me quedó la herencia del campo de mi viejo, somos dos hermanos, y yo no quiero vender. Nací ahí, tengo mis raíces echadas, mis hijos se criaron ahí. Yo siempre digo que nací acá y pienso morirme en Escobar.
Hablando un poco del trabajo, ¿cómo empezó en la floricultura?
Cuando era pibe siempre decía que nací cansado porque mi vieja trabajó mucho el día que me tuvo. Es una historia muy linda. Cuando éramos chicos, antes de ir a la escuela por ahí había que cruzar hilo para los claveles con mi mamá. En verano trabajábamos desde las 5.30 hasta las 7, que tomábamos el colectivo. Lo ayudaba a mi papá y cuando veníamos del colegio seguíamos con los deberes. Después, cuando fui grande, me dio la oportunidad de estudiar o seguir con la floricultura y elegí la floricultura. Muchas veces me arrepentí de no haber estudiado, pero la vida igual me dio otros conocimientos y me supe adaptar a un montón de cosas. También te da conocimientos la calle.
¿Cómo está la actividad actualmente?
La actividad de flor de corte está bastante floja, que es un poco la realidad del país. Además, cambiaron las costumbres: ¿Quién de nosotros va al cementerio? La gente casi ya no se casa. Sí se usa mucho la flor para hacer eventos. También cambió la actividad. La floricultura antes estaba dividida entre italianos, japoneses, portugueses y algún gallego. Hoy el 85% es entre bolivianos y paraguayos, y el 15% restante entre los nativos que quedamos.
¿Cómo ve a la Fiesta de la Flor?
Si trabajáramos todos, podría ser una gran fiesta. Pero el escobarense, en vez de apoyarla, como que la esquiva. También hay que reconocer que el cultivo de flores ya no es más Escobar, porque el cultivo fuerte está en La Plata. Pero bueno, tenemos la Fiesta donde se hace, un predio maravilloso que no sé si debe haber otro igual en el país. Quizás no tengamos el apoyo para mantenerlo de esa manera, pero si vos caminás te das cuenta que los escobarenses no valoramos lo que tenemos. Igualmente, la situación del país es difícil y tampoco hay renovación de comisiones.
Eso es algo muy criticado por los vecinos…
Está bien, pero si yo le pregunto a cualquiera, ¿querés ser parte de la comisión?, me dicen que no porque “yo gratis no trabajo”. Cambiaron los tiempos. Quedó poca gente que trabajamos gratis en las entidades. Y faltan los ejemplos como el doctor Campiglia, que dormía tres horas por día para poder atender en varios lugares, Canio Iacouzzi, que fundó 17 instituciones, y en la Fiesta de la Flor tuvimos a Don Luis Brussi, al cual habrán criticado de cincuenta mil maneras, pero lo que formó él hay pocos que lo hubiesen formado. Son los que saben dónde está la llave. El problema es cuando no se te abre la puerta.
Por Damián Fernández
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